Mooonage Daydream – Noize side-story:
En un día como cualquiera, Steve Costello se levantaba temprano para comenzar a ejercitar sus largos dedos con su guitarra. Medio adormilado, intentaba pararse de la cama mientras forcejeaba suavemente con un trío de figuras altas, blancas y delgadas que lo empujaban hacia atrás.
No le causaba ninguna impresión, desde niño estos seres se acercaban de vez en cuando a visitarlo. Tampoco alardeaba, ni le contaba a sus amigos, no valía la pena, perdería la admiración y prestigio que tanto se había esforzado por adquirir.
Los “grises”, como comúnmente los llamaba, intentaban decirle algo, pero Steve se había rendido hace años en comprender que le decían y les apartaba sus alargadas manos del rostro, para intentar una vez más salir de la cama.
Se le hacía tarde, debía practicar al menos unas 6 horas para estar en su mejor condición. Ellos no parecían comprender que para Steve, lo que quisieran decirle, nunca iba a ser más importante que su música.
Steve tomó su guitarra y la afinó un poco. Los “grises” lo miraron fijamente escrutando la expresión que se le formaba en el rostro mientras movía las clavijas. Comenzó a tocar un par de acordes y luego armó una melodía. Los visitantes observaban atentos cada detalle, concentrados en los gestos y poses del músico.
Tras unas tres horas, Steve paró para comer algo, lo que causó que los grises se mostraran inquietos e intranquilos. Miraban hacia todos lados, en especial la pared llena de relojes de la habitación de Steve.
Steve volvió a tocar, pero sus acompañantes parecían no obtener lo que querían. Los miró de reojo y finalmente se entregó a ellos, lamentándose interiormente por aquella pérdida de tiempo.
Le clavaron un par de agujas y el guitarrista se dejó llevar por el sueño.
Le dolía un poco la espalda, pero lo ignoró y extendió la mano hacia su guitarra. Encontró la habitación vacía y no había pasado ni un minuto desde la última vez que se despertó. Se encontraba solo en la habitación, ni rastro de los visitantes. Metió la mano al bolsillo y se dio cuenta de que su uñeta preferida no se encontraba ahí. No se encontraba angustiado, confundido o asustado. Sólo lamentaba no haberse despedido de sus amigos los aliens…